jueves, 24 de mayo de 2012

Te quiero, ¿por qué no?

Noche de soñadas sensaciones
me traen del beso tu recuerdo,
el rastro de un ayer siempre vivido
proyectado de felicidad incombustible.

Despierto.
Mis ojos no te encuentran
pero desperezo mi alma hasta tocarte;
tengo muy dentro tu presencia,
todavía en la piel el eco de tu boca
cuando mi nombre de gozo silabeas.

Tomo la pluma y escribo
con la tinta impregnada de mi alma
el más cierto, como hombre, de mis votos:
quiero que estos versos sean tuyos
como quiero que lo mío sea todo,
fluyendo hasta tu pecho, sigiloso,
y llenar de pasión cada minuto
de tu cama sin la huella de mi cuerpo.

Te quiero, 
¿por qué no?
y de eso 
solo tú tienes la culpa.

2 comentarios:

  1. Si al cielo las estrellas
    se le antojan infinitas,
    eterno sería mi delito
    por el bien cometido.

    Y ¿por qué no?
    si la culpa del amor
    sólo encierra deseo,
    alegría y pasión.

    Castígame, pues,
    amante apasionado,
    porque soy culpable
    cuando habla el corazón.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Castigarte, señora, yo quisiera
      con el gusto de mis besos encendidos
      y que tu penitencia otra no fuera
      que devolverlos en mi cuerpo repartidos.

      Eliminar