RIPio

En el principio, implícito, está su final
cosa, aun sabida, que es trago letal.

¿Voy o vengo?

Son tus ojos verdes

estrella del norte de mi viaje:

si los sueño, voy;

si los abres, vengo.

Con Blas en la memoria

He aquí a un hombre solo y su palabra,
émulo inconsciente y vástago de Otero
ser social, de la paz valedor como el primero
con la libertad al frente como el de El Abra.

De todo lo que ocurre no solo no callo
sino en el día a día lucho por cambiarlo
que cada problema solo cesa al afrontarlo
como árbol que cede si tajamos por su tallo.

Me levanto harto airado contra la mentira
contra la hipócrita tiranía de lo gremial y colectivo
contra la nimia y parca mira de primar lo adquisitivo
del vano interés propio, ensimismado como espira.

Mirémonos y veamos nuestro sino en el espejo
de todos los ajenos con su derecho conculcado:
que su miseria de hoy se refleja en el yo aborregado
de quien ayer les miraba con desidia… y catalejo.

Mi suerte… tú.

Mi suerte tiene tu nombre
tiene el color de tu mirada,
el talle de tu cintura como mimbre
cuando en la mía estás encaramada.

Mi suerte huele a ti, amante,
al perfume de tu sexo desflorado,
al sonido de tu deseo apremiante
cuando sabes de mi falo enarbolado.

Mi suerte son tus besos encendidos
por tu boca sembrados en mi pecho,
simiente de mis sueños desmedidos
fantasía vivida en mi ser insatisfecho.

Mi suerte no es solo la fortuna
pues con dinero no se paga tu presencia,
tus caricias, de mi ansia la vacuna
y tu voz, de mi ímpetu… la efervescencia.

Me ha salido de pena el haiku.

La vida ríe.
Su sonoro carcajeo
hace que llore.

Soy una roca

No saber duele,
jode, mata, hiede…

Soy una roca,
me repito,
un ente que no sufre,
un muñeco sin alma
que me la arrancó mi sino.

No saber de ti
y querer saberlo todo
¿hay castigo más cruel
que esta espera cotidiana?

Soy una piedra,
un avatar de tu destino,
un sinsabor, un contratiempo,
un hombre que te llora,
¿tu castigo?

No saber hiere,
daña, tulle, apena…

…pero no importa:
soy una roca,
me repito,
un lance sin dueña,
un recuerdo que te sueña
y lo aguanto todo.

(T)oda a mis amigos (que tanto dicen quererme)

Vuestros actos desembozan las palabras,

descubren las más bellas y exóticas quimeras

las promesas pronunciadas, zalameras,

las floridas excusas con ramos de sonrisas entregadas.

Lo que decís no es siempre verdadero,

un "no tengo tiempo", a ver si cuela, agradecido,

o el "ahora mismo iba a hacerlo" socorrido

siempre puede sacaros del molesto atolladero.

Un día tiene miles de minutos y más una semana;

es difícil creer que a quien decís que os importa

no haya para él un solo momento, una frase corta,

un miserable instante y fugaz de su vida cotidiana.

Todos conocemos y tiramos de estos ardides

por ello nunca podréis engañar lo suficiente:

cada hecho jerarquiza sin tapujos a la gente

y os desnuda enteros al mostraros en tales lides.

¿Qué presencia invocáis cuando tenéis un problema?

¿A quién os falta el tiempo para contestar una misiva?

¿Con quién os urge compartir con pasión, sin mostrar flema?

En la respuesta está la verdad y el resto es… evasiva.

Se me olvidó decirte

Se me olvidó decirte
lo hermosa que de rojo estás vestida,
rojo de hembra encendida
por el rojo de mil hombres que te sueñan.

Se me olvidó decirte
lo mucho que por fin brillan tus ojos;
brillan por saberlos ya vencidos,
apagados los fantasmas del pasado.

Se me olvidó decirte
lo divina que luces tan radiante,
entre el mármol de la Historia y los canales,
testigos de la belleza que ahora exhibes.

Se me olvidó decirte
cuánto mi alma te quiere,
cuánto mi cuerpo te anhela,
que cada segundo es eterno,
que eterna es la espera
por sentir tus manos,
por lamerte toda,
por ceñirme a tu cintura
y comerte hasta llenarme
entera mi boca de tu esencia.

Se me olvidó decirte,
amante… ¿me perdonas?

Tampoco

Tampoco es hoy,

hoy tampoco;

tan poco soy,

soy… tan poco.

Otros brazos

Se que otros, distintos brazos
anudan tu cuerpo cada noche;
de ayeres vividos nacen lazos,
que es a veces cierre… otras broche.

Mas estos versos no traen reproche
aunque los celos den pinchazos,
que a ti, mujer, deseo con derroche
hasta crujir la cordura en mil pedazos.

Cuento

Érase una vez,
bendito comienzo
para pintar de gozo un lienzo
menos si fueres perdiz,
pues quien de líos aprendiz
ha de obrar sin altivez
o, al fin, su torpe bisoñez
le mude de osado… a infeliz.